viernes, 19 de agosto de 2011

La Suplementación con Ácidos Grasos Omega-3 Disminuye la Agresividad, Hostilidad y el Comportamiento Antisocial

Los ácidos grasos omega-3 son esenciales para la formación y el adecuado funcionamiento del cerebro humano. La ingesta deficiente de ellos, produce diversas disfunciones en la neurotransmisión, lo que puede ser una de las causas de diversos trastornos psiquiátricos como la depresión mayor y la esquizofrenia.  Se ha demostrado que pacientes suplementados con dichos ácidos grasos presentan mejorías significativas de sus síntomas. Otro aspecto importante de la conducta humana en que los ácidos grasos omega-3 han demostrado utilidad, es en disminuir el comportamiento antisocial, la agresividad y la hostilidad en sujetos sometidos a ambientes de estrés psicológico. Por lo tanto la suplementación con ácidos grasos omega-3 puede ser un coadyuvante para la mejoría de dichos comportamientos.


Desde hace varios años existen hipótesis que involucran a los componentes de la dieta como factores capaces de modificar el comportamiento, especialmente las conductas violentas (1). Transcurrido el tiempo, dichas hipótesis se transformaron en verdades empíricas (2,3). Recientemente, se ha demostrado que tanto la agresión hacia otras personas, la hostilidad y el comportamiento antisocial, pueden ser modificados favorablemente con la ingesta de ácidos grasos omega-3. Esto no es difícil de entender si consideramos que dichos compuestos son esenciales para la formación y el funcionamiento del cerebro. Entonces, es comprensible que una composición cerebral deficiente en estos ácidos grasos, produzca diversas disfunciones bioquímicas y de neurotransmisión, alteraciones que se reflejarán en el comportamiento. La influencia de los ácidos grasos omega-3 en el comportamiento, son avalados por variados estudios que demuestran que la suplementación con estos ácidos grasos produce significativas mejorías en las sintomatologías de trastornos psiquiátricos como la depresión mayor (4-7), el trastorno bipolar (8), la esquizofrenia (9-12) y el trastorno de personalidad limítrofe (13). Por lo tanto, los ácidos grasos omega-3 podrían resultar de gran utilidad para mejorar el comportamiento antisocial, en los individuos afectados por dicha característica.


ÁCIDOS GRASOS ESENCIALES OMEGA-3


En el humano existen dos tipos de ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga: los ácidos grasos omega-3 y omega-6. Denominados así, a causa de la localización del primer enlace insaturado contado  desde el grupo metilo terminal.


Los ácidos grasos poliinsaturados son componentes intrínsecos de las membranas celulares y se relacionan con la neurotransmisión. Los ácidos linoleico (AL: 18:2n6) y _-linolénico (AAL: 18:3n3) son los precursores de las familias omega-6 y omega-3, respectivamente. Estos ácidos grasos AL y AAL  no pueden ser sintetizados por los humanos, pues carecen de la enzima desaturasa que inserta dobles enlaces en las posiciones n-3 y n-6 de las cadenas de los ácidos grasos, por lo tanto la dieta es la única fuente de estos. Por tal motivo son considerados esenciales. El AAL es aportado principalmente por el consumo de linasa, nueces, canola y soja. El AL se encuentra en aceites vegetales, como alazor, girasol y maíz.


En los humanos ambas familias son metabolizadas por el mismo sistema microsomal, que a través de procesos alternativos de desaturación y elongación de las cadenas da origen a dos cascadas de productos metabólicos. El paso inicial en el procesamiento de AL y AAL está limitado por la enzima 6-desaturasa. Los principales derivados en la vía omega-3 son los ácidos Eicosapentaenoico (EPA 20:5 n-3) y docosahexaenoico (DHA 22:6 n-3). En la vía omega-6 el más importante es el ácido araquidónico (AA 20:4 n-6). A diferencia de otras especies animales los humanos poseen una limitada capacidad para producir EPA y DHA, lo que ocasiona que la principal fuente de estos sea la alimentaria, especialmente pescados y sus subproductos.


Sólo una pequeña parte de los ácidos poliinsaturados incluidos en la dieta participan  en estas reacciones de desaturaciones y elongaciones, ya que la mayoría son catabolizados mediante beta-oxidación dando origen a CO2 y también son utilizados para la síntesis de colesterol y otros ácidos grasos (14).


IMPORTANCIA DE LOS ÁCIDOS GRASOS OMEGA-3 PARA LA FORMACIÓN Y FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA NERVIOSO CENTRAL.


El desarrollo del sistema nervioso central (SNC) del humano, particularmente del cerebro, se lleva a cabo durante el último trimestre del embarazo. En este período comienza en forma activa la formación de las neuronas el requerimiento de DHA, uno de los principales ácidos grasos omega-3, aumenta considerablemente (15). En efecto, el cerebro de los primates acumula este ácido en la vida intrauterina y durante el primer año de vida (16,17). En el útero el DHA es aportado desde las reservas de la madre, lo que produce que la concentración de DHA en el cerebro (donde llega a constituir el 40% del contenido de ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga) sea mayor que la concentración en el plasma fetal y ésta, a su vez, mayor que la placentaria y plasmática materna. La barrera hematoencefálica es impermeable a los ácidos grasos saturados, monoinsaturados y al colesterol, los cuales deben ser formados por el cerebro, en cambio es permeable a los ácidos grasos omega-6 y omega-3, permitiendo así su aporte externo. En etapas tardías del último trimestre gestacional, los astrocitos adquieren la función de suplir DHA a las neuronas en formación. Los ácidos grasos omega-3 también son esenciales para el tejido visual, estructura derivada del sistema nervioso central, que al igual que el cerebro tiene una extraordinaria capacidad para captar DHA desde el plasma. En la retina, el DHA forma parte de los fotorreceptores de los conos y bastoncitos. Estas estructuras de la membrana, asociadas a la rodopsina, participan en la conversión del estímulo luminoso en eléctrico y en los procesos de transducción de señales que acompañan a este fenómeno. No hay evidencias que la retina pueda sintetizar DHA a partir de sus precursores, sin embargo, este ácido graso es continuamente reutilizado en el tejido, ya que el recambio de los conos y de los bastoncitos es muy activo (15).


Un ejemplo concreto de que el ácido graso omega-3 DHA es necesario para el desarrollo cerebral, se determinó in vitro, al observar que este ácido graso permite el crecimiento de las neuritas de neuronas de la región cerebral denominada hipocampo. De esto se desprende que el inadecuado crecimiento de las neuritas, debido a deficiencia de DHA, puede contribuir al deterioro de funciones cognitivas como el aprendizaje y la memoria. Dichos déficit se han asociado a la deficiencia de ácidos grasos omega-3 (18)


Alteraciones de funciones cognitivas se demostraron en ratas, a las que experimentalmente se les produjo una deficiencia de ácidos grasos omega-3 de largo plazo, lo que les produjo un deterioro en el comportamiento de aprendizaje. Posteriormente este déficit cognitivo se revirtió al suplementarlas con DHA (19), lo que revela que para el adecuado funcionamiento de la comunicación interneuronal, es imprescindible la presencia de estos ácidos grasos omega-3 en  cantidades necesarias.


Un hecho que aclara que los ácidos grasos esenciales juegan un rol activo en el funcionamiento de las membranas neuronales, es que ellos corresponden al 45% de los ácidos grasos presentes en las membranas sinápticas, por lo que se considera que los ácidos grasos poliinsaturados y el colesterol, son los principales determinantes de las propiedades biofísicas de las membranas neuronales.  (14).


Como ejemplo de la importancia de los ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga en la constitución del sistema nerviosos central, se puede considerar que el cerebro contiene una alta concentración de estos ácidos, que corresponde a alrededor del 20% de su peso seco y en el SNC uno de cada tres ácidos grasos es poliinsaturado (20,21)


Como apoyo a lo anterior, es importante destacar que se ha demostrado en animales, que dietas deficientes en ácidos grasos omega-3 modifican la composición de lípidos y funciones neuroquímicas en áreas específicas del cerebro y también a nivel general (22,23). Además se ha evidenciado un aumento en la densidad de receptores 2A de serotonina  en la corteza frontal y una disminución de los receptores D2 de dopamina (24). Por lo tanto, dietas carentes en ácidos grasos omega-3 realmente modifican el funcionamiento cerebral.


EL NIVEL DE ÁCIDOS GRASOS OMEGA-3 EN EL HUMANO ESTÁ DIRECTAMENTE DETERMINADO POR SU INGESTA.


Como se puede colegir, los ácidos grasos omega-3 son ácidos grasos esenciales,  imprescindibles para un adecuado funcionamiento del SNC  y la única manera de adquirirlos para el ser humano es a través de la dieta. No sólo es importante ingerirlos, sino que hacerlo en las cantidades adecuadas, ya que está demostrado que los niveles de ácidos grasos específicos en el plasma son reflejo de los ácidos grasos consumidos en la dieta (25-27). Del mismo modo la composición de ácidos grasos de los fosfolípidos que circulan en el plasma, se relaciona con la composición de los fosfolípidos presentes en las membranas de eritrocitos y plaquetas (28). Además se ha observado que una dieta alta en ácidos grasos omega-3 aumenta la concentración de ellos en el plasma y en la membrana de los eritrocitos. Es así como el consumo de pescado, aceite de pescado y aceite con DHA produce un aumento de ácidos omega-3 y una disminución de omega-6 en la fracción lipídica del plasma y en las membranas de eritrocitos y plaquetas (29).


SUPLEMENTACIÓN CON ÁCIDOS GRASOS OMEGA-3 EVITA LA APARICIÓN DE AGRESIVIDAD, HOSTILIDAD Y DE UN COMPORTAMIENTO ANTISOCIAL.


A un grupo de 42 estudiantes universitarios se les evaluó el comportamiento en un período de estrés como es el de los exámenes finales. A unos se les dió a ingerir diariamente una cápsula con aceite que contenía 1.5-1.8 g de DHA, a otros se les administró una cápsula cuyo contenido fue 97% de aceite de soja y 3% de aceite de pescado. A todos se les aplicó el test psicológico Picture Frustration Study (P-F Study) al comienzo y al final del período de estudio. Este test consiste en mostrarle al paciente 24 imágenes que ilustran el sentimiento de frustración, luego de lo cual se le pide que escriba sus primeras reacciones, las que son clasificadas en distintos niveles de agresión. En el grupo control la agresión externa, es decir, la agresión contra otras personas, aumentó significativamente al final del período, comparado con el comienzo. Este aumento fue de  +8.9%. Por el contrario no hubo un cambio significativo en el grupo que ingirió DHA, dado que la variación fue de -1.0%.


El experimento fue repetido en condiciones no estresantes. En el grupo con DHA, la agresividad disminuyó ligeramente y en el grupo control no hubo variación (30). Estos resultados demuestran por un lado, que un medio ambiente con condiciones de estrés psicológico en sujetos normales aumenta la agresividad contra otras personas y por otro lado el aumento en la agresividad externa es inhibido por el consumo de DHA.


Esto último fue evidenciado por el mismo grupo de investigadores en 46 estudiantes de dos universidades, a quienes se dió a ingerir una cápsula de 1.5 g de DHA al día o la cápsula con aceite de soja, en un período de tres meses y sin estresantes externos. Como era de esperar en el grupo con DHA los niveles de agresión permanecieron estables (31). Por lo tanto, se comprueba que el efecto del DHA sobre las conductas violentas, es patente en condiciones que provocan estrés.


La disminución en la agresividad no sólo se observó en sujetos jóvenes, sino que también en personas entre 50-60 años de edad, quienes ingirieron 1.5 g de DHA diario durante dos meses. Estos individuos mostraron una disminución de la agresividad externa evaluado por el test psicológico P-F Study, el que fue aplicado después de someterlos a una prueba de estrés psicológico (32).


En otro estudio se evaluó la hostilidad, en el mismo período estresante de los exámenes finales, cuya duración es de tres meses. En el grupo control, el valor de esta variable aumentó significativamente al final del estudio en comparación al comienzo; el aumento fue de +58%. En cambio en el grupo que recibió DHA la variación en la hostilidad fue de -14%. También fue evaluado el nivel plasmático de una catecolamina, la norepinefrina. En el grupo que recibió DHA los niveles de esta hormona disminuyeron significativamente en un -31%. En el grupo control los niveles plasmáticos de la norepinefrina no variaron (33). Igual resultado se demostró al aportar 1.5 g de DHA al día a estudiantes de medicina en período de exámenes, que duró 9 semanas. Al término de este lapso de tiempo los sujetos que recibieron DHA presentaron una disminución significativa en los niveles plasmáticos de norepinefrina de -31% (34).


La norepinefrina, llamada también noradrenalina, es una hormona cuya síntesis requiere de la enzima dopamina b-hydroxylasa, que cataliza la producción de norepinefrina desde dopamina. Las clases más importantes de neuronas que sintetizan norepinefrina se encuentran en los ganglios simpáticos. También tiene funciones de neurotransmisores, ya que se utiliza por el locus coeruleus, un núcleo del tronco encefálico que se proyecta a una variedad de objetivos cerebrales, donde controla funciones tan relevantes como el sueño, el despertar y la atención (35). Por lo tanto, variaciones en los niveles plasmáticos de la norepinefrina pueden provocar alteraciones en el ciclo sueño-vigilia, lo que ocasiona importantes déficit como disminución de la memoria espacial (36), y modificaciones  del comportamiento en los que se incluyen aumento de la ansiedad y del ánimo negativo (37).


El año 2002 se publicó un trabajo de una experiencia realizada en 231 individuos encarcelados. El propósito fue investigar si una dieta adecuada en vitaminas, minerales y ácidos grasos esenciales causaba una reducción del comportamiento antisocial. A una fracción de los participantes se les dió a ingerir diariamente 80 mg de EPA y  44 mg de DHA. A otros se les administró placebo. El período de administración fue de 142 días. Se midió la habilidad verbal y la inteligencia (General Aptitude Test Battery), control emocional (Emocional Control Questionnaire), cólera y agresión (Survey Anger Scales), además se les aplicó el Hospital Anxiety and Depression Questionnaire. La suplementación fue bien aceptada y no produjo ningún efecto adverso. Al comienzo del estudio no hubo diferencias estadísticamente significativas entre los dos grupos en cuanto a inteligencia, habilidad verbal, cólera, ansiedad y depresión, lo que señala que no había mayores diferencias en ambos grupos. Respecto a los resultados, los participantes que recibieron EPA y DHA presentaron una reducción del 26,3% en las infracciones reportadas por el recinto carcelario, comparados al grupo que recibió el placebo. Esta diferencia en los grupos fue estadísticamente significativa (38).


Referente a la hostilidad, el año 2004 se examinó la asociación entre el consumo de ácidos grasos omega-3, omega-6 y pescado con los niveles de  dicha conducta en una  muestra de 3581 adultos. Como resultado se encontró que la ingesta de cualquier tipo de pescado rico en ácidos grasos omega-3, comparado al no consumo, se asoció a una baja probabilidad de presentar hostilidad en adultos jóvenes (39). Sin embargo, un estudio realizado en niños de edad escolar, que comparó agresión y hostilidad entre un grupo que recibió semanalmente 3600 mg de DHA y 840 mg de EPA (n=89), versus controles (n=90) no demostró resultados concluyentes (40).


DISMINUCIÓN DE ÁCIDOS GRASOS OMEGA-3 EN EL TRASTORNO POR DÉFICIT DE ATENCIÓN CON HIPERACTIVIDAD


En los niños existe un trastorno que se caracteriza por un comportamiento inadecuado al requerido para el buen funcionamiento social. Los niños que presentan este trastorno tienen problemas para poner atención, escuchar instrucciones y completar tareas. Este comportamiento afecta el rendimiento escolar, las relaciones familiares y las  interacciones sociales (41). Muchos de los niños afectados, persisten con este desorden en la adultez, presentando resultados pobres y algunos terminan en la cárcel (42). La etiología de este trastorno se desconoce y se piensa que puede ser multifactorial.


En pacientes afectados por este trastorno se ha demostrado una deficiencia de ácidos grasos omega-3. Por esta razón la causa de algún tipo de esta entidad podría involucrar a la carencia de ácidos grasos omega-3. Es así como en un estudio que comparó 48 niños hiperactivos con 49 controles pareados por edad y sexo, los niños hiperactivos presentaron niveles de DHA significativamente más bajos que los controles (43). Otro estudio demostró que 53 sujetos con trastorno por déficit de atención con hiperactividad, tienen significativamente disminuidos los niveles plasmáticos y en glóbulos rojos de EPA y DHA, comparados a 43 controles (44). A pesar de esta evidencia, algunos estudios que suplementaron a pacientes portadores del trastorno por déficit de atención con hiperactividad, fallaron en demostrar una mejoría significativamente estadística de los síntomas (45,46). Estos últimos resultados comprueban que la etiología del trastorno puede ser multifactorial, por lo que sólo en algunos de los pacientes la causa se relacionaría a un déficit de ácidos grasos omega-3. De este modo la suplementación con ácidos grasos omega-3 podría resultar beneficiosa en aquellos niños con dicho trastorno, pero que además presenten diminuidos los niveles de estos ácidos grasos.



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